El pasado miércoles 29 de marzo nuestro hermano, D. Serafín Romero Agüit, actual Presidente del Colegio de Médicos, tuvo el honor de ser el pregonero de la XI Pregón Médico de Semana Santa. Desde la Pro Hermandad queremos felicitar a nuestro hermano por dicho pregón que estuvo presidido por María Santísima de la Quinta Angustia. Adjuntamos a continuación el pregón

ENTRADA

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, de un patio salesiano y trianero, cuna de valores como el trabajo, la constancia y el auxilio a los enfermos.

Mi infancia son recuerdos de mi familia, en cuyo seno nacieron mis creencias y mi amor a la Semana Santa. Lunes de San Pancracio, Martes de Santa Marta y viernes del Señor de Sevilla, aquel que está en las puertas de nuestras casas, en los azulejos de las calles, en la cabecera de los enfermos, en el pensamiento de un pueblo que acude a rezarle todos los viernes del año y que es Gran Poder de nuestras almas.

Mi infancia son recuerdos de capirotes blancos por San Jacinto, de verde terciopelo en Pureza, de olores a azahar y nardo y sonidos de trompeta.

Mi juventud son recuerdos de trabajaderas de paso de Cristo, de levantas a pulso y al martillo, de vamos a echarle casta, de izquierdo por delante y vámonos de frente, de sones de Gracia y Esperanza y a tierra los dos costeros.

Mi juventud son recuerdos de novia de costalero, de amores que aún perduran y son lo que más quiero.

Mi juventud son recuerdos de una levanta con claveles, la que cada año hace el paso del Soberano Poder ante Caifas en la puerta de su Iglesia. Dos claveles, las manos de un capataz que nos mira desde el Cielo, y que a la voz de “oído que voy a llamar” hace que cada lunes santo Sevilla rece por bulerías al hijo de Dios por San Gonzalo.

Mi profesión, la de médico mi ejercicio profesional, en Posadas.

Cuanto de tu pasión, muerte y resurrección he aprendido a través de mis pacientes. Cuanto de dolor, de agonía y expiración he visto en mis años de trabajo y cuanto Padre mío he visto de Paz, de Esperanza, de Caridad, de Piedad y de Perdón. Cuanto de amor he aprendido con ellos.

Y a través de mi trabajo pude descubrirte en Córdoba. Saber que en la ciudad de los sentidos, el olor se transforma en incienso por Caballerizas a la vuelta de Pasión, en sonido de varales y saeta encendida por San Hipólito en madrugada de viernes santos, en tacto de madera por dorar del paso del Cristo del Silencio, de ese Cristo gaditano que moldeara la gubia de Ortega Bru, en gusto a torrijas de Roldan y bacalao del Pisto en un descanso entre paso y paso, y de la vista incomparable en el atardecer de un Miércoles Santo del Calvario por San Pablo o el caminar lleno de fe de un barrio hacia su recogida por las calles vacías de Medina Azahara, de Nuestro Padre de la Piedad y María Santísima de Vida, dulzura y esperanza Nuestra.

Y conocerte a ti, mi capataz, Cristóbal Prieto. Y compartir contigo trabajo y dificultades, sonidos imaginarios de cornetas y tambores por los pasillos del Centro de Salud, confeccionar y moldear canastillas entre paciente y paciente y tener a gala pasear de costero a costero y con música de Cigarreras por el Sardinero.

Ahora ya he escuchado capataz tu voz y tus palabras fruto de la amistad y la consideración mutua que nos tenemos. Palabras que te agradezco y que sabes que no merezco.

Llama cuando quiera. Que calle todo el mundo. Oído hay abajo. Que solo se escuche tu voz.

Llama cuando quiera, capataz, Cristóbal Prieto

Porque ahora si está listo tu Pregonero

SALUDA Y ENTRADA

Con la venia

Saluda a autoridades

Tu voluntad se ha hecho Pregón. Y es por tu voluntad por lo que hoy me encuentro con la enorme responsabilidad de exaltar la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio según Córdoba, una ciudad hecha para este desfile de Dios. Cierren los ojos y vean el balcón sobre la calle estrecha donde una mano fervorosa intenta tocar los varales de un paso de palio, la pared de cal y la maceta en el pretil de nuestras azoteas, oratorios ante el cielo, escuchen como sus fuentes tocan campanilleros ante el paso de nuestras dolorosas. Y si teníamos poca responsabilidad al asumir el Pregón le añadimos que el mismo tiene que impregnarse de Profesión Médica, de valores y compromisos, de ciencia y de caridad.

Para los que amamos la Semana Santa, asumir este reto es muy difícil. No es ya el miedo escénico, ni el qué dirán, ni el no saber o no poder transmitir este mensaje evangelizador en toda la dimensión de lo que representa. Describir nuestras sensaciones, transmitir lo que para muchos está oculto, contar que para nosotros todo el año es Semana Santa. Para muchos la Semana Santa, más que un tiempo es una vida, o mejor, una razón de vivir.

Pero ya no hay marcha atrás y tu voluntad se ha hecho. Se han abierto las puertas de la capilla y la Cruz de Guía de este Pregón comienza su estación de Penitencia.

Ya huele a Semana Santa, y como dijo el poeta: Córdoba, la Jerusalén del patio y la calleja, y aún más la Babilonia de jazmines, azahares y lentiscos, deliciosa Roma de altares y balcones, Venecia de canales de albero y empedrado, Constantinopla de poetas y gentilhombres se prepara para su Semana Mayor.

Cada primavera, cuando de día la luz es más clara y de noche la luna se enseñorea, el cordobés se hace barrio y en estos días uno es de San Basilio o Palmeras, del Naranjo o del Cerro, de Huerta la Reina o la Axerquia.

Ya están aquí los redobles de tambor, los agudos de corneta, los bailes luminosos de las encendidas puntas de los cirios, el tintinear de la plata, el rebrillar de los dorados, los esfuerzos de los costaleros, la sabiduría de los capataces, la sangre derramada de los cristos, los lloros inconsolables de las Vírgenes, las saetas desprendidas, las admiraciones del pueblo y las puntas capiroteras taladrando el envidiado azul del cielo de Córdoba.

Ya es Domingo de Ramos

CUERPO
Amanecer de Domingo de Ramos en San Lorenzo. El pueblo recibe al Hijo de Dios. Bendito es el que viene en nombre del Señor. Eres tu Padre Jesús de los Reyes , antiguo salesiano, el que vive entre los jardines del Alpargate y el Realejo, al que le puso rostro las manos de Juan Martínez Cerrillo, el que hoy nos dice que has decidido venir a aliviar nuestros males y alejar nuestro espanto ante esta sociedad light, liviana, ligera, liquida… en donde el terror al compromiso se ha ido colando en sus raícesdecadentes.

Y no vienes solo. Te acompaña tu madre Nuestra Señora de la Palma, de rostro juvenil y triste al que se le escapan las primeras lágrimas de nuestra Semana Santa porque siente que tu sacrificio se acerca. Traes música de Soleares por San Lorenzo de Raúl Castro y vienen contigo un enjambre de túnicas blancas y de pequeños nazarenos

Nazarenos de mirada inquieta en un día muy especial, es un día en el que llevan puesta su medalla nazarena, la de su hermandad, la que despierta tantos sentimientos en muchos mayores que en tiempos pasados presumían de llevar una palma como vara, niños que presumen de ser nazareno de su Borriquita, de la hermandad del triunfo, la de los niños blancos de corazón, la del Domingo de Ramos, ese en que decidiste renunciar a tu vida por nosotros.

Hay algo también en nuestros estudiantes de medicina de niños nazarenos: la ilusión de ponerse el habito blanco de médico es comparable al sentimiento de estos niños blancos de corazón. El sentir la pertenencia a esta hermandad de la medicina, el sentirse cofrade de una profesión que aspira a conocer a la persona en lo más profundo de su ser. Ser médico es renovar continuamente nuestro compromiso con el que sufre…

Mirando al cielo por Costa Sol, con añoranzas de Trinidad, caminas tu Cristo Padre Jesús de la Fe, sobre el voluminoso paso dorado, ves nubes amenazantes, empieza a caer la tarde. Tu caminar sobre los pies, como mandan los cánones costaleros. No hacen falta cornetas ni tambores para presentir que tu mirada es de añoranza. Un año más tu madre, la Virgen de la Esperanza del Valle te ve partir hacia tu pasión y muerte sin poder acompañarte. Qué alivio seria tenerla cerca, que viniera tras tus pasos a sones de Roció, de Amargura, de Virgen del Valle y aunque sus lágrimas te arrancaran lamentos de corazón su divina esperanza te trajera analgesia a tu dolor.

Cuanto de esperanza representa el médico para el que sufre, para el que espera una mirada a los ojos que le renueve la fe del que espera seguir viviendo. ¿Cuántas veces hemos visto esa cara en nuestros pacientes? Si tienes a gala mirar, compañero, al hijo de Dios que pasea por Córdoba cada Semana Santa, veras como se parece esa mirada al que tanto espera de nosotros, a aquel que consciente de que su hora final se acerca, es capaz aun de dedicarnos una sonrisa de agradecimiento y capaz todavía de decirnos que sabe que la cosa no va bien, que la Esperanza se pierde, que la enfermedad no tiene arreglo.

Y cuando inocente de nosotros le preguntamos ¿porque dices eso? él, el que era capaz de trabajar de sol a sol, el que fue capaz de fundar una familia desde el amor y el cariño, el que nunca veíamos porque siempre tenía algo que hacer, salvo cuando algunos de sus hijos se lo comía la fiebre o cuando el dolor aparecía en su entorno familiar, te dice:

Es fácil Doctor, hace una semana que viene a verme sin el maletín.

Y él, con el rostro agradecido representa lo que el médico humanista Dr. Albert Jovell, médico y paciente nos legó: “puedo entender que no me cures” nunca entendería que no me cuidaras”

SAETA

Prendido vas, Divino Salvador, por Cardenal Herrero, con tu rostro de tez morena y facciones marcadas, atado a ese sayón vestido con faldellín corto que nos desafía a los que sorprendido ante la dulzura de tu mirada vemos avanzar el cortejo. Pedro, Santiago y Juan acompañan la escena, ellos no han escuchado tu plegaria en el huerto de San Francisco cuando lenta la madrugada avanzaba. La espada de Pedro aun gotea la sangre de una oreja mutilada y Judas tras un olivo, comienza a sentir el dolor de una traición.Es ciertamente la hora de las tinieblas.

Solo tienes que esperar al Jesús del Perdón ante Anas, con su sequito blanquinegro, que, desde su salida de San Roque, bajo la atenta mirada de San Juan de la Cruz, y por la calle Buen Pastor, acaba de sufrir la bófeta de un desalmado, de cuyo nombre Malco, no quiero acordarme y aun viene repartiendo amor, entre lágrimas y Rocio.

Solo tienes que esperar al Jesús de la Redención ante Caifas, al que puso rostro Juan Ventura, con su mirada baja, sumiso, pensativo, ensimismado ante las acusaciones de los sanedritas y a punto de responder ante la pregunta ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Y él, el Jesús de Huerta la Reina le dirá: EGO SUM Yo soy.

Solo te queda esperar a la Humildad de Jesús en la coronación de espinas, con sus cabellos alborotados ante tanto martirio, con la piel amarillenta verdosa, de un cuerpo lleno de hematomas y venas hinchadas por los golpes recibidos y que las manos de Francisco Buiza representara con tanto realismo, cuando vuelve por el Colodro y espera que los ángeles benditos de las Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada Concepcióndel Convento Mayor de Santa Marina le calmen su aflicción con sus canticos celestiales.

Detrás, y a los sones de su nueva marcha Mercedaria, del joven compositor cordobés Alfonso Lozano, caminará la Virgen de la Merced, la Reina del Zumbacón, la que tanta paz y amor transmite a tantos presos, siempre estará “hasta el final contigo”

Solo te queda esperar al Santísimo Cristo de la Sangre, al que ni la Reina de los Ángeles, la niña madre de Jesús que nos dejara para Córdoba las manos de Álvarez Duarte, es capaz de quitar de su moreno rostro, ni de sus pómulos hinchados por el martirio, su incomprensión ante la decisión de ese pueblo que pide crucificarle.

Ya solo queda esperar a Jesús de la Sentencia, ese Jesús descalzo y maniatado, de mirada frontal y serena que desde San Nicolás cada año se muestra firme ante la cobarde decisión de Pilatos que siendo consciente de la injusticia cometida se lava las manos como si con ello fueran a perdonarse sus pecados.

Cuanto me recuerda al contemplar estos Cristos al médico que sufre agresión por su trabajo. ¿Puede alguien comprender que existan agresiones sobre quienes nos van a curar, nos van a cuidar o nos van a consolar? No hay nada que justifique una agresión.

Cuanto de relato evangélico tiene nuestra actitud ante la agresión. Somos consciente que vivimos en una sociedad donde los valores son poco respetados. Aun así, esta profesión entiende que debe centrar sus actuaciones en la prevención de la violencia, en mejorar las competencias y habilidades para el manejo del paciente y la familia que sufre, en el compromiso deontológico de atender a todo el que lo necesita, aunque este haya sido nuestro agresor.

Un año más se ha dictado Sentencia y desde San Andrés, nazarenos de antifaz de terciopelo verde inundaran el Realejo para traernos a nuestra mirada a nuestro Padre Jesús de las Penas, a ese Cristo Gitano de piel morena y mirada baja y perdida y de semblante sereno, de padrino torero y de escultor cordobés. Ya le están despojando de sus vestiduras, ya se apresta a coger la cruz.

Y el bullicio se está agolpando tras de él. Incluso su Madre en su inmensa Amargura camina delante. Y en los Padres de Gracia, como nos comentó nuestro insigne Pablo Garcia Baena, el Nazareno Rescatado detiene la arboladura suntuosa de su trono, ardiente zarzal bíblico de fervores, en medio de su pueblo. Van los pies desnudos sobre el ara de oro. Las manos, atadas con el cordel de víctima, se abren prestas al abrazo de la cruz, y la mirada, ahondada hacia dentro, en contemplación del abandono”.

Que Humildad y que Paciencia se respira por Capuchinos, ese rectángulo de cal y de cielo como lo definió Ricardo Molina, entre revuelo de capas y túnicas blancas, el goteo de sangre producido por esa Corona de Espinas deja huellas a su paso. El cuerpo presto al sacrificio se despoja ya de esa túnica que bordaron las manos de Villar con diseño de Fray Ricardo y la Paz que transmite su rostro es salud para los enfermos, auxilio para los pecadores.

Córdoba Corona de la Paz recorre el camino que llevara en 2020 a la coronación de Nuestra Señora.

Y abrazado a la Cruz Cristo cruza el puente, abrazado a la voluntad del Padre, Cristo camina desde el Campo de la Verdad y es Señor de los Reyesel que al madero se aferra, tú Cristo fuerte y vigoroso como Antonio Dube te talló en contraste al Dulce Nombre de tu Madre. El dolor como única vía de amor y mirando al Cielo, ese cielo azul de Córdoba.

Puedes ver al Nazareno por la Trinidad, sobre un monte de caoba y lirios, por San Andrés bajo la atenta mirada de su madre llena de dolor con San Juan y Santa Maria Magdalena en el Buen Suceso, y allá en Caballerizas, tras salir del corazón del Alcázar Viejo, el barrio que mejor ha sabido conservar las más hondas tradiciones y formas de vida de Córdoba, en la tarde del Miércoles Santo, con la cruz a cuesta, cuando un rayo de sol se queda prendido en su morada túnica, y los pechos se ensanchan de amor, y el dolor de Cristo invade el alma a través del Santísimo Amor de su madre.

Y veremos al Nazareno salir de la Merced, en un sentir imaginario e ilusionado de hermano cofrade, bajo la Quinta Angustia de su Madre, a la que una oración de Rafael Jaén le puso alma en sus manos:

Angustia de dolor e incertidumbre,
Reflejo de tu rostro acongojado
Jesús, tu hijo descarnado,
Con la cruz camina hacia la cumbre

La Cruz al hombro, silente y humillado
Lleva el señor camino del calvario
Angustia señora en tu rosario
Y pena el Dios vivo flagelado

Mercedario de tu pueblo eres modelo
Y Córdoba te reza cada día
No dudes que mi amor amor porfía
Siendo tu amor de todos su consuelo

Ya no ha podido más y a la altura de San Cayetano, Jesús ha caído. De nuevo unos metros más adelante es la figura de Manolete, desde la Lagunilla, y más tarde en Santa Marina, el que ve como Jesús vuelve a caer, sobre su paso, el que se hizo siendo él Hermano Mayor.

Y cuando la pena de poder consolarlo dignamente echa raices en el alma milenaria de Córdoba, surge la saeta, un largo lamento compasivo que se resiste a salir, que envuelve hecho voz sollozante el contorno del Dios Caido.

SAETA
Nuestros Nazarenos con su cruz a cuesta me hacen recordar las palabras del poeta Antonio Machado. Palabras que nos pueden hacer comprender el comportamiento y la actitud de algunos de nuestros compañeros.

“No os extrañéis, dulces amigos,
Que traiga la frente arrugada
Yo vivo en paz con los hombres
Y en guerra con mis entrañas”

Muchos compañeros/as en Córdoba, desde el 2001, han sido atendidos por diferentes patologías relacionadas con la enfermedad mental y/o adictiva, y en un altísimo porcentaje pueden seguir ejerciendo la profesión gracias al equipo de profesionales que integran nuestro PAIME. La recuperación del ejercicio profesional, la vuelta de la sonrisa a esa frente arrugada que refería el poeta, la recuperación de la familia y de su entorno social es la mejor obra que como profesión podemos realizar.

Cuando salgas este año a contemplar la pasión según Córdoba, no dejes de mirar a su cara. Te encuentres en el Campo de la Verdad, por San Cayetano, por San Lorenzo o en el Silencio cofrade de cualquier calle por donde pase el Nazareno, la cofradía que hermana la austeridad de la madera con la elegancia de la orfebrería y que tiene como madre a la Virgen más bella de Córdoba, y revive las palabras recogidas en el evangelio de San Mateo.

“Porque tuve hambre, y me disteis de comer;
tuve sed, y me disteis de beber;
fui forastero, y me recibisteis;
estaba desnudo, y me vestisteis;
enfermo, y me visitasteis;
en la cárcel, y vinisteis a mí.”

Los médicos cordobeses tienen su Cirineo, y lo tienen en su Colegio de Médicos, para levantar al médico caído para que puedan seguir ejerciendo la más bella profesión del mundo. Un Cirineo discreto, silencioso, que cuando peor pensemos que nos encontremos va a estar con nosotros. Hoy en la Cuaresma cordobesa donde exaltamos a nuestra Semana Santa no podía faltar una exaltación de una obra especial que debemos potenciar como esencial de nuestra razón de ser.

UN HOMENAJE A UNA PLAZA Y A UN PERSONAJE.

En esta Semana Santa que tenemos a las puertas, nos vemos en la obligación de hacer un merecido homenaje a una Plaza y como no a un personaje. Y precisamente en este año en el que los cordobeses están de enhorabuena, especialmente los que forman la gran familia cofrade, por el cambio de itinerario de nuestras hermandades, con el consiguiente cumplimiento de un anhelo que era el alcanzar los dorados muros de la Catedral y postrarse ante Jesús sacramentado en el mayor templo de la Diócesis, sede de su pastor y símbolo de su unidad.

Homenaje a una Plaza: Las Tendillas, que dejará de ser el Centro y el objeto de los Desfiles Procesionales, esta “Gran Plaza” que surgió por iniciativa de José Cruz Conde, y que reúne el mejor muestrario de arquitectura historicista de Córdoba….

Un personaje: Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán, el Señor de las Tendillas, aquel que como buen estratega cambio su antiguo emplazamiento en el cruce entre la avenida de su nombre con Ronda de los Tejares, sabiendo que en este lugar las Cofradías de Córdoba acabarían visitándolo y ante su actitud de gallarda figura militar darían lo mejor de su repertorio. Año tras año no ha faltado a ningún encuentro con la Semana Santa, ni frio, ni calor, ni viento, ni lluvia han perturbado su semblante tallado por el gran maestro Mateo Inurria, ni alivio entre paso y paso, ni estrenos en provincias cercanas, ni modas ni modismos cofrades han modificado su porte. Y como buen maniguetero de cofradía de negro y cinturón de esparto ha visto compensado su amor a Cristo y a su santísima madre en las caras de tantos y tantos cordobeses que extasiados ante tanto dolor y tanta belleza dejaban caer por sus mejillas lágrimas de emoción. A él le ha bastado ver el torso ensangrentado de Cristo, la Cruz de su sufrimiento y el manto bordado de nuestras dolorosas. Solo nuestro Señor Caído, levanta su mirada baja y en un gesto de alivio en su dolor, con sus dos rodillas clavadas en tierra, lo saludaba todos los Jueves Santos. Quizás por sus connotaciones toreras, quizás por Lagartijo al que la leyenda urbana le pone cara en su rostro de mármol blanco.

Y cuando la melena al aire del Cristo de San Cayetano comenzaba a revirar hacia Jesús y María, se podía apreciar, el movimiento de los labios del Gran Capitán, como le decía a los sones de un rasgueo de guitarra flamenca

¡Quién fuera tu cirineo
en esa noche tan larga!

En mis hombros pecadores
llevaría la dura carga
de la cruz de mis pecados
por tus calles solitarias.

Mi fuerza sería tu fuerza,
mi espalda sería tu espalda,
mis dolores tus dolores
y mis labios tu Esperanza.

Tú irías, Señor, adelante,
y yo al paso de tus andas.

Cuanto dolor y cuanta pena verte crucificado.

Desde el barrio de la Axerquia, desde la antigua mezquita del Emir Hisham, edificada cristiana por Fernando III el Santo, sobre la doble espadaña de su torre, las golondrinas ven como camina tu Pena, la del Cristo más antiguo de la Semana Santa cordobesa, bajo el desamparo de tu madre, sobre tu paso neobarroco de embero y cotibé pintado en color caoba acorde con la ruptura que representa tu imagen sobre el barroco pasional de nuestras imágenes cofrades.

Cuanta Agonía, cuando en la noche oscura del Martes Santo vuelves a tu barrio del Naranjo. Aún tenemos en nuestras retinas ese lazo verde en recuerdo de dos Ángeles que nos dejaron por esa infinita maldad por la que cada año mueres en la Cruz y que es seña de la solidaridad de un barrio, de la solidaridad de una Hermandad que cada año nos impresiona con su ingente labor social.

Cuanto de solidaridad, de ayuda y de amor hay en todas las Hermandades y Cofradías de Córdoba, cuanto de amor cristiano en su trabajo diario. Ycuánto de fe y esperanza en estos gestos ante los que más lo necesitan.

Cuanta ignorancia sobre el recorrido de la estación de penitencia del día a día del vivir de una Hermandad, en silencio, a paso de mudá, sin bullas, sin tanto posturita buscando un momento de gloria que no le corresponde, sin tanta parafernalia externa que nos acompañan y contaminan el verdadero sentir de la estación de penitencia.

Cuanto impresiona la muerte de un hijo. Córdoba nos pasea la muerte De Dios con un realismo anatómico forense incomparable. Resulta imposible no mirar tanto sufrimiento padecido por Jesús para redimir nuestros pecados. Desde el Juramento por obra y gracia de Miñarro el Cristo de la Sindone, el Santo Cristo de la Universidad se ondula de dolor, de miedo y de verdad. La impactante imagen de Jesús muerto en la cruz, refleja el tremendo castigo sufrido en cuerpo lacerado, cuya visión provoca piedad e invita a la reflexión y a la devoción.

No mires hacia arriba, cristo muerto pasa ante ti, cuando menos te lo esperas, cuando la niebla de incienso menos te deja ver, sus pies, aun sangrante centran tu mirada. Y portado por nazarenos penitentes de negras túnicas, en la estreches de la Judería de esta ciudad sin par, en el silencio más profundo que pudieras ver, Jesús muere.

Déjame que te acompañe Santo Cristo de la Salud, Cristo del Vía crucis.  Quiero ver tu rostro más de cerca.  Quiero poner mi mano y sentir la piel todavía tibia de tu cuerpo. Permíteme, Señor, que apoye mi frente a los pies de la Cruz. Quisiera sentir la última vibración de tu respiración cansada, arrancar tus clavos, besar tus heridas y calmar tu dolor. Cristo muere por la Trinidad, por la Judería, por las calles de Córdoba en la noche oscura de la primavera, entre aromas de azahar y entre silencios solo rotos por el rezo de este pueblo milenario.

Cristo muere por San Lorenzo, y en su muerte un rezo por las Animas Benditas del Purgatorio. El silencio roto por el andar de esas zapatillas de cáñamo que sus nazarenos de escapularios de Virgen del Carmen y rosario en la mano llevan para acompañarte. Faroles de viatico con cirios blancos iluminan la noche del lunes santo y en tu paso sepulcral sin rachear costalero, Córdoba se hace más Córdoba y nos muestra que esta identidad no se debe perder. Nada nos distrae solo tu cuerpo muerto por nosotros y las Tristezas de tu Madre.

Cuanta Angustia para una madre y que realismo puso Juan de Mesa para describir la muerte de su hijo.

Cuanta Angustia puso en tu cara el imaginero de Dios, este Cordobés, que en sus últimos momentos de vida tallo la virgen que un barrio venera desde 1628 y que todos los jueves santos ve como el rictus de su hijo muerto, cuando las puertas de San Agustín se abren, se alivia cuando ella retira de la frente la última espina de dolor y nos la expone desde su mano derechapara recordarnos la esencia de nuestro ejercicio profesional En la frente de su hijo amado el agujero en la ceja que dejo la espina retirada “Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre”

Hace unos meses, el Papa Francisco recibió a una representación de la profesión médica española e iberoamericana y sus palabras incidían sobre como deberíamos de proceder los médicos cuando nos enfrentamos ante el proceso del final de la vida:

La identidad y el compromiso del médico no sólo se apoya en su ciencia y competencia técnica, sino principalmente en su actitud compasiva y misericordiosa hacia los que sufren en el cuerpo y en el espíritu. La compasión, es de alguna manera el alma misma de la medicina. La compasión no es lástima, es padecer-con.

En nuestra cultura tecnológica e individualista, la compasión no siempre es bien vista; en ocasiones, hasta se la desprecia porque significa someter a la persona que la recibe a una humillación. E incluso no faltan quienes se escudan en una supuesta compasión para justificar y aprobar la muerte de un enfermo. Y no es así. La verdadera compasión no margina a nadie, ni la humilla, ni la excluye, ni mucho menos considera como algo bueno su desaparición. La verdadera compasión, la asume. Ustedes saben bien que eso significaría el triunfo del egoísmo, de esa «cultura del descarte» que rechaza y desprecia a las personas que no cumplen con determinados cánones de salud, de belleza o de utilidad. A mí me gusta bendecir las manos de los médicos como signo de reconocimiento a esa compasión que se hace caricia de salud.

Cristo entreabre la boca por la Corredera, entre bocinas doradas y en su inmensa Misericordia pide a su Padre perdón por nuestros pecados, que su muerte no sea en vano, como no lo fue la de los santos mártires de Córdoba que el Arcángel San Rafael tuvo a bien indicarnos donde se encontraban sus restos para que nunca olvidáramos que hay vida detrás de la muerte, que nuestras Lagrimas y Desamparos serán aliviados por la fe de quien muere entre nosotros. Y el Cristo de San Pedro en ese último suspiro espera que una voz, la de María Josefa Zamorano Ruiz, la Talegona, cante una saeta por carceleras, aquella que sirvió de inspiración a Pedro GámezLaserna para su famosa Saeta Cordobesa.

SAETA

Sones legionarios anuncia tu muerte por el compás de san Francisco, son parte de tu pueblo, que entienden la muerte como acto de suprema fe en la defensa de España. El señor de la Caridad, el que nunca deja de visitar sus raíces de la Plaza del Potro donde radico durante cuatro siglos, acompañado de nazarenos con tabardos, con guiones de los Reyes de Castilla, silencia la noche cordobesa, y solo el agua de la fuente que da nombre a la plaza reflejara la llama de los cirios y el sonido de sus chorros se acompasara con el rachear de los costaleros.

Muerte de quien vino de Méjico de la mano de Francisca de la Cruz para que la fe se extendiera desde el Convento de Gracia. Muerte desde la grandiosidad, acentuada en los rasgos indianos con una expresión tremenda de dolor sobre su paso gótico único y singular en la ciudad. Muerte traída desde la periferia, muerte para la vida de los más humildes, de los más pobres, aquellos que como presente te traían lo que podían. Ese manojo de espárragos como símbolo de su amor y de su agradecimiento por el hijo soldado que volvió de la guerra, por la enfermedad del marido, único sustento en un hogar numeroso, por lo que tengan que pedirte.

Muerte entre lirios morados en San Hipólito en Madruga de Viernes Santo, muerte al estilo sevillano, muerte en silencio, muerte para captar de forma adecuada el mensaje de la cofradía, silencio solo roto por tres golpes de martillo que elevan la inmensidad de su cuerpo por encima de tantas almasque le siguen en su recorrido.

Muere Cristo de la Expiración por San Pablo, lo traen costaleros hermanos, de padres a hijos, aquellos que en 1975 quisieron que el peso de su divina muerte callera sobre sus hombros.

Muerte y Dolores. Clemencia lleva de nombre, reminiscencia del antiguo y primitivo hospital en que se funda la Hermandad de los Dolores, la Hermandad que tiene a gala que todos los reyes de España desde Isabel II han pasado por su iglesia para venerarla.

Y María Santísima en su Soledad, asumiendo todo el dolor desde la austeridad y el vigor camina entre hábitos franciscano desde la Córdoba profunda, la que conserva sus secretos más guardados. Atrás quedó el porche de Santiago y la comitiva franciscana se desliza hacia la Mezquita Catedral donde la fuente del caño del olivo llora lágrimas de agua en tardes de Viernes Santo.

Negros nubarrones oscurecen el viernes santo.

Nos llegan voces. A Cristo lo están descendiendo por el Campo de la Verdad. Nos comentan que José de Arimatea y Nicodemo han hecho todo lo posible y su cuerpo será enterrado en la Parroquia del Salvador y Santo Domingo de Silos. El cortejo ha cruzado el puente romano y camina por la calle de la Feria, le acompañan su madre para darle Refugio y Buen Fin, San Juan Evangelista y María Magdalena

Que Desconsuelo se deja entrever y cuanta Soledad por la Plaza de la Compañía. Llena y muda a la vez. Altos capirotes negros y faja de abacáacompañan el triste cortejo. El trio de viento toca a Réquiem y el servidor de librea el conocido muñidor hace sonar la matraca para hacer silencio.

Muerte.

AMANECER POR SANTA MARINA

Amanecer de domingo por Santa Marina

En el barrio de los toreros, de los piconeros y del Resucitado, cuando el clarear del día comienza, en la cercana Plaza del Conde de Priego un califa torero, con sus mejoras galas, anuncia al bullicio que se empieza a agolpar que Jesús ha Resucitado, que pronto se abrirán las puertas, que todo el sufrimiento, el dolor, la pena, la soledad, la angustia, la pasión de estos días no han sido estériles, que la Cruz de Patíbulo hoy es Cruz de Victoria, que la Pena es Alegría en el rostro de una madre.

Cristo ha resucitado en Santa Marina para que anunciemos la resurrección cuando su luz ilumine los momentos oscuros de nuestra existencia y podamos compartirla con los otros: cuando sabemos reír con quien ríe, y llorar con quien llora; cuando caminamos junto a quien está triste y está a punto de perder la esperanza, cuando contamos nuestra experiencia de fe a quien está en la búsqueda de sentido y de felicidad. (Papa Francisco)

Jesús vuelve a resucitar por Santa Marina un año más para redimirnos y darnos vida eterna. Jesús vuelve a resucitar entre cirios azules

EPILOGO

Señor, yo nunca sabré decirte cosas hermosas, yo sólo sé quererte y seguirte, intentar ser en el buen sentido de la palabra bueno y con eso y nada más que con eso, hoy me puse delante de todos vosotros para pregonar Tu Semana Santa.

Cuando se recibe un encargo como el que he tratado de cumplir, los recuerdos y las personas se agolpan inevitablemente en la cabeza, se repasa toda una vida y uno piensa, en primer lugar, en la madre y el padre, que le están escuchando desde un balcón de la Gloria, con los que en un tiempo lejano aprendió a conocer y querer a la Semana Santa.

Uno piensa en la Mujer con la que un día se comprometió a compartirlo todo a los pies del Señor del Gran Poder; en los hijos, que son lo mejor que le ha pasado en la vida, piensa en la familia y en los amigos, que hoy me acompaña aquí y que siempre me dan su apoyo. Pero más allá de todos ellos, este pregón está dedicado a los hombres y mujeres anónimos que nunca subirán a un atril, ni formarán parte de las juntas de gobierno, ni serán cofrades ejemplares, ni pasarán a la Historia por nada, pero llevan siglos escribiendo la página de devoción y cariño más hermosa de esta ciudad.

Ahora sí, el Pregón se acaba. Ahora sí, el capataz con voz emocionada y ronca da su última orden.

Oído. Los cuatro zancos por parejo a tierra.

Y en esa bajada que se hace eterna después del deber cumplido mis últimas palabras son:

“Piénsalo bien mientras estés a tiempo. Pero si indiferente a la ingratitud, tienes un alma lo bastante estoica para satisfacerse del deber cumplido sin ilusiones, si te juzgas pagado lo bastante con la dicha de una madre, con la cara que sonríe porque ya no padece, con la paz de un moribundo a quien ocultas la llegada de la muerte; Si ansías conocer al ser Humano, penetrar a todo lo trágico de su destino, entonces, hazte médico”

Ahi quedo.